Por Andrés Tempo
(Del italiano: hacer que se hace, fingir, simular)
Hagamos un ejercicio, supongamos por caso que como nuevejulienses somos dueños de una empresa agropecua- ria, somos sus socios minoritarios. Todos contribuimos a su capital social. Vemos que nuestra empresa obtiene una ganancia al año que le permitiría adquirir 4.000 hectáreas más de campo; pero por razones que se desconocen no se compran. Llamamos a nuestros síndicos para que nos digan en qué se gastó el dinero. La respuesta que nos dan es que no lo saben. Pedimos una reunión de directorio y vemos que efectivamente el dinero no está, tampoco vemos inversiones por esos montos, y como si fuera poco nos enteramos que además debemos 1 millón de dólares. Pedimos al gerente que nos diga cuánto gana él, y no lo dice. Miramos al directorio y les exigimos que nos digan cuanto ganan ellos, y tampoco lo hacen. Mocionamos entonces que en la reunión se trate la obligación de informarnos cuánto ganan y qué es lo que tienen; y todos al unísono miran hacia la ventana. Luego de unos minutos de silencio escuchamos que una de las directoras dice: “es importante que tratemos el tema de la impresora. El mes pasado nos quedamos sin papel y tuvimos que sacar fotocopias. Eso produjo un exceso en los gastos de 26 pesos que podríamos ahorrar”.
Los socios nuevejulienses se miran. Antes de poder hablar, escuchan que otro director exclama: “Eso no es nada; debemos controlar el uso del papel higiénico porque el mes pasado se gastaron cuatro rollos, lo que indica a las claras que evidentemente se está despilfarrando papel”. El gerente sentado en la punta de la mesa se enoja, pega cuatro gritos, argumenta que con tantos palos en la rueda no puede llevar adelante la empresa. Se para, arroja la carpeta y abandona la reunión. Los cuatro directores que lo acompañan en su tarea, deciden hacer lo mismo en solidaridad. El resto de los directores mira con cara de preocupación a los socios minoritarios, toma sus cosas y levanta la reunión. En camino a sus oficinas y desde la sala de reuniones se escucha que uno le dice a otro: “cuatro rollos de papel higiénico por semana es una barbaridad, tenés razón”. Abandonados ya, los socios nuevejulienses comienzan a levantarse de sus lugares. Se van en aparente resignación. Pero por el pasillo comienza a sentirse un rumor, una voz que susurra: “4.000 hectáreas de campo y estos nos vienen con un rollo de papel higiénico”. Y otra que responde: “Estos están todos prendidos”.
LA REALIDAD NO ES UN CUENTO
A diez días de que la opinión pública nuevejuliense se enterara por diarios y portales de noticias que el Honorable Concejo Deliberante tiene en sus manos la facultad de que los vecinos de 9 de Julio tengamos el mismo derecho que el resto de los argentinos de controlar el patrimonio de nuestro intendente, sus funcionarios, concejales y candidatos a ejercer cargos públicos; la reacción de nuestros dirigentes ha oscilado entre el silencio más absoluto y un sin número de maniobras dispuestas para ocultar el tema. Hace una semana que vemos como deambulan por los medios disertando sobre todo, menos sobre la imperiosa necesidad de que nuestra clase política viva de acuerdo con lo que establece la ley 25.188, ley de Ética en la Función Pública.
La posibilidad de conocer los patrimonios de quienes manejan nuestros impuestos conferida en la citada norma, es una cuestión vital para el sistema representativo y forma parte del control mínimo al que deben someterse quienes manejan el Estado. En el siglo XXI, esta práctica es corriente en buena parte del mundo, y lo es en nuestro país. El gobierno nacional es quien propone y ejerce esta medida sometiendo a presidentes, funcionarios, diputados y senadores (hombres y mujeres) a respetar la norma. Además es acompañada por casi todas las provincias, Buenos Aires se encuentra entre ellas; y varias de las ciudades que rodean 9 de julio también, tal el caso de Pehuajó, Trenque Lauquen, Azul, Tandil, solo para citar algunas entre las tantas. A dos años de haberse promulgado la ley, la mayoría de los ciudadanos argentinos tienen el derecho que el HCD se niega a reconocerles a los nuevejulienses.
La falta de reacción política de nuestros concejales ante la aparición de la noticia en los principales diarios y portales de nuestra ciudad; ha comenzado a generar entre los vecinos una peligrosa sensación de desprotección general.
El motivo es sencillo, la oposición no es votada para gobernar ni para acompañar, es considerada por la voluntad popular para cumplir con la misión de controlar al gobierno; y las elecciones que se usan para llevar a la práctica ese control son las legislativas. La sociedad vota concejales con la intención de controlar al Intendente.
A contramarcha de lo que ocurre en todo el mundo, en el país, en la provincia, y en las ciudades que nos rodean; en 9 de julio los políticos de la oposición ha elegido no serlo. No hay matices entre ellos, no hay ideologías políticas, se siguen desenvolviendo como personajes pueblerinos, como chicos y chicas bonachones y simpáticos de barrio que ante todo deben llevar la tarea sin rispideces. Es muy común verlos en fotos que los reúnen sonrientes en causas loables y conjuntas.
Pero detrás de esta ideal concordia política de pueblo, este año manejarán $ 300.000.000 de presupuesto municipal. En pleno siglo XXI, parece mentira que los nuevejulien ses debamos argumentar lo mismo que lo dicho por Manuel Belgrano el 7 de junio de 1810, en el primer número de La Gazeta de Buenos Aires. ““El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”. En 9 de Julio todavía estamos del lado de afuera de la dirigencia, sin derecho a saber. La ley de Ética en la Función Pública es eso, el derecho a saber. Ese es el verdadero cambio y promotor de todos los cambios.