Todos los 3 de diciembre, en Argentina, se celebra la jornada de los profesionales de la salud.
Se eligió el 3 de diciembre porque ese día nació Carlos Finlay, el médico cubano que demostró el modo de transmisión de la fiebre amarilla -a través de un mosquito-, un hallazgo de trascendencia mundial que evitó miles de muertes en América latina.
La fiebre amarilla fue estudiada clínicamente durante centurias. Pero los estudios de Finlay, que comenzó a ocuparse de la enfermedad en 1865, resultaron determinantes.
En 1881, ante la Academia de Ciencias de La Habana, presentó su trabajo fundamental: “El mosquito hipotéticamen- te considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla”, en el que describía los detalles, las características y los hábitos del mosquito y anunciaba la trascendente experiencia del contagio en personas: “Cinco casos en los cuales, por una sola picadura de mosquito, se reprodujo la enfermedad”, decía.
Tras la lectura de Finlay hubo silencio total en el auditorio, y los académicos se retiraron uno a uno. Y hubo que esperar 19 años para que la IV Comisión Americana para el Estudio de la Fiebre Amarilla (integrada por Reed, Carroll, Agramonte y Lazear) se dispusiera a comprobar si la teoría de Finlay era cierta.
En 1901, la comisión confirmó y amplió las ideas de Finaly, que dieron las bases para la prevención por medio de la lucha contra los mosquitos, dejando atrás la idea de que el mal se transmitía por la ropa o por los objetos que hubieran estado en contacto con los enfermos.