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sábado, noviembre 23, 2024

“Los pueblos que se olvidan de su historia, están condenados a repetirla”

Juan Pablo Parise - Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
Juan Pablo Parise – Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

* Juan Pablo Parise.
Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.
Hace unos días atrás los argentinos nos enteramos de la noticia de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) emitirá a partir de este año, nuevos billetes de más alta denominación y con el reemplazo de los próceres por especies autóctonas regionales.
Ya no se emitirán billetes con la figura de Evita, Rosas, San Martin, Belgrano, Mitre, Roca, Sarmiento; sino que serán reemplazos por las figuras de animales: Hornero, Yaguareté, Ballena Franca Austral, Taruca, Cóndor y el Guanaco.
Entonces la pregunta que nos tendríamos que hacer es la siguiente: ¿qué sucede si sacamos a nuestros padres fundadores de los billetes?
Si lo analizamos desde nuestra realidad cotidiana el cambio no genera grandes modificaciones sustanciales -con excepción de las cuestiones económicas que lleva la creación de los nuevos billetes de mayor valor monetario: 200, 500 y 1000. Pero si cambiamos la óptica y lo analizamos desde el punto de vista histórico, cultural e ideológico; esta medida tomada por las autoridades políticas y económicas del país nos encamina a que estemos más expuestos a lo que los cientistas sociales denominamos: “vulnerabilidad ideológica”.
Entendemos por “vulnerabilidad ideológica” la pérdida de la capacidad que tiene una Nación de reconocer su propia identificación histórica-político-cultural; de reconocer su historia, sus valores, su identidad nacional.
Si se toma la decisión de evitar que podamos conocer a través de los billetes nuestra historia, es decir, de poder conocer quiénes fueron y qué es lo hicieron nuestros padres fundadores; se nos está impidiendo a los argentinos  saber quiénes somos. Cicerón decía: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”.
Recordemos que “la historia es la política del pasado” por lo tanto, se está queriendo que ignoremos cómo se construyó la nación y cuáles fueron sus dificultades, que ignoremos cómo se conduce los destinos del país y cómo se construye una política de fines nacionales.
El comunicado que dicha entidad redacta dice: “Con la elección de la fauna y de las regiones argentinas, el BCRA procura también un punto de encuentro en el que todos los argentinos puedan sentirse representados en la moneda nacional”.
¿La historia argentina, nos divide? ¿La naturaleza nos representa de mejor manera a los argentinos que su propia historia? ¿Acaso un Guanaco nos une más que San Martin, Belgrano, Rosas o Evita?
Esto de reemplazar a nuestros próceres por la flora y fauna, no es un problema historiográfico, sino que es netamente un problema político. Como dijimos anteriormente la historia es la construcción de los diferentes hechos políticos del pasado, y ella contribuye a la creación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la nación. La política de la historia falseada, ocultada, tergiversada, es y fue la política de la anti nación, de la negación del ser y las posibilidades propias, según Jauretche.
La mayoría de los funcionarios del actual Gobierno Nacional, provienen de la Gerencia de corporaciones transnacionales, de las empresas más importantes del país, del sistema financiero, es decir, del ámbito privado. Varios de estos funcionarios que hoy dirigen diferentes ministerios y secretarias nacionales han sostenido públicamente que ellos no creen en la Política, sino en el Mercado. Y como “la historia es la política del pasado y la política es la historia del presente» es entonces que deciden ocultarla, para que no fortalezcamos nuestra propia identidad como pueblo, como nación. Porque cuando las personas y los pueblos se animan a ir por más; es ahí cuando se apropian de la política para construir su propia historia.

Rodolfo Walsh nos dijo: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

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