Investigadores del CENPAT-CONICET en Puerto Madryn trabajan en una técnica para la biorremediación de agua con hidrocarburos. Utilizan un filtro que contiene una capa microbiana capaz de degradar los contaminantes y se está probando a escala piloto.
Agencia TSS – El CONICET y la Fundación YPF financian un Proyecto de Investigación Orientada (PIO) para biorremediación de aguas salinas contaminadas con hidrocarburos mediante filtros biológicos. El proyecto del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) de Puerto Madryn busca limpiar las aguas de mar contaminadas por derrames de petróleo y las surgidas como efluentes de la industria petroquímica, o como residuo de la sentina de los buques (la parte más profunda del interior de las embarcaciones, donde acaban los residuos líquidos) que recalan en el mar Argentino. Para hacerlo, están trabajando en un biofilm, que es una superficie que soporta una comunidad microbiana capaz de degradar los hidrocarburos y así limpiar el agua para reciclarla en la industria o devolverla a la naturaleza.
En ciertos casos, el agua se puede separar de los hidrocarburos mediante filtros, pero cuando ha estado en contacto por un largo período de tiempo con los contaminantes, contiene algunos componentes que son más difíciles de separar y, por eso, es necesario que haya elementos biológicos que los degraden.
Marina Nievas El Makte, doctora en ingeniería química e investigadora adjunta del CONICET en el CENPAT, es la responsable del proyecto y explica que “la sentina de los barcos contiene agua de mar en contacto con hidrocarburos. Los barcos de mayor tamaño tienen un sistema de separación porque la Organización Marítima Internacional lo solicita, pero los más chicos pueden no tenerlo y tienen la obligación de descargar los residuos de sentina en los puertos o en un lugar donde haya dispositivos para la recepción de los residuos, que deben ser tratados según la legislación vigente”. El tráfico de buques en la costa de la Patagonia y la necesidad de mantener su entorno natural sin contaminantes hacen de este proyecto algo prioritario.
Un biofilm puede ser cualquier estructura natural de microorganismos adheridos a una superficie. Un ejemplo muy común es el verdín que se forma en las piedras de un río, que comienza como una capa microbiana a la que se le van sumando otras especies. Este encadenamiento mantiene una comunidad viva adherida a una superficie y, por lo tanto, hace que sea más eficiente en cuanto a la cantidad de biomasa que puede procesar. Además, las bacterias tienen más resistencia a los cambios de concentración, son más versátiles y es más robusto su funcionamiento. “Trabajamos con comunidades microbianas y principalmente con bacterias, pero no exclusivamente, porque al ser un efluente no estéril el que ingresa al tratamiento, ya trae organismos superiores que pueden adherirse al biofilm”, explica Nievas El Makte.
El equipo de investigación del CENPAT-CONICET también trabaja junto a la empresa EISI, especializada en saneamiento industrial, en la que instalaron un biorreactor –que permite generar y mantener activo un ambiente biológico y hacer circular el agua contaminada–, con el objetivo de desarrollar estos procesos de remediación a escala piloto. Su tamaño es tan grande que no podía instalarse en los laboratorios del CENPAT y el objetivo es que, una vez que el proyecto de investigación finalice, este biorreactor siga funcionando en la empresa.
El PIO fue presentado en la convocatoria 2014 del CONICET y aprobado durante 2015. En noviembre pasado comenzó a recibir el financiamiento –de 650.000 pesos– y actualmente se está trabajando en la simulación del derrame de hidrocarburos en el ambiente y sobre sedimentos marinos, para posteriormente evaluar el comportamiento del biofilm y sus resultados.
Nievas El Makte destaca “la buena política, tanto del CONICET como de la Fundación YPF, de alentar proyectos orientados a la transferencia industrial”. Y agrega: “Esperamos que siga en este sentido esta política de ciencia que debería ser una política de Estado, de largo plazo. Nada de esto se puede resolver en dos años y para que valga la pena la inversión que se hizo hay que continuar, para que el proceso después se pueda llevar a escala industrial y que también pueda tener otras nuevas aplicaciones”.