Hace un año, en un debate televisado, el candidato Maurizio Macri acusó a Daniel Scioli de “meter miedo a los argentinos», cuando éste le reprochaba la falta de verdad que contenían sus promesas electorales. Ya como Presidente, Macri afirmó en un congreso empresarial: “Si les decía…lo que iba a hacer… seguramente iban a votar para encerrarme en un manicomio”.
Las mentiras con las que estafó la buena fe de demasiados argentinos para despojarlos de sus ingresos y vulnerar sus derechos, como muestran los indicadores socio económicos, y la falta de escrúpulos –como reconoció- para transferir multimillonarios recursos públicos a las élites de la que es miembro y representante, me permiten interpretar como muy sospechosa la obstinación del Presidente Macri por forzar la reforma electoral, para la elección legislativa 2017.
Macri cree que con la tecnología acrecentará más rápido la tasa media de ganancia de su grupo y de las demás corporaciones, que en algún tiempo que nunca llega, derramarán progreso al conjunto de la sociedad. Para esa estrategia, le resulta vital acrecentar el número de legisladores en las próximas elecciones, para continuar con más seguridad y por más tiempo, con sus políticas de saqueo y estrago en contra del bien común.
Por ello, sin datos válidos ni pruebas determinantes, insistió en la urgente informatización del voto y el escrutinio, sistema que en el mundo está en retroceso, (de 295 países solo 7 lo usan), por su elevada vulnerabilidad que impide asegurar que se lo controle, se lo manipule y a su vez, pueda ser controlado.
Ninguna virtud democrática ni urgencia patriótica, y menos las aparentes esgrimidas por Macri, justifican poner en riesgo los elementos vitales de la expresión libre de la voluntad, exteriorizada en el voto: el secreto, la seguridad y la transparencia.
Este año, celebramos el centenario de la primera elección presidencial con la ley que legisló sobre la universalidad, la igualdad y el secreto del voto. Así como festejamos el fin del sistemático fraude patriótico, también debemos destacar el rechazo de imponer ¿el fraude electrónico?.
Miguel Mingote