La Argentina no siempre fue como es hoy, un país inviable, donde 8 millones de personas trabajan en el sector privado formal para mantener a veinte millones que cobran un cheque del Estado. En los últimos quince años, los empleados públicos pasaron de 2 a 4 millones de agentes. La gente que recibe un plan, pasó de 1 a 8,5 millones y los jubilados de 3,5 a 7 millones.
Uno de los grandes problemas de la Argentina es que cada vez más gente vive del trabajo de los demás y a esto lo llamamos justicia social. Cada vez más el Estado debe aumentar los impuestos para mantener más salarios, jubilaciones y planes y esto ahoga a los sectores privados que cada vez deben pagar más impuestos y cargas sociales para mantener el aparato estatal. La Argentina es el país con más carga impositiva de toda América y los diputados y senadores se reúnen para discutir a quién y de qué forma pueden aumentar los impuestos.
Todos los meses hay 20 millones de personas que reciben un cheque del Estado, a veces por hacer un trabajo, otras por hacer un trabajo muy poco productivo y muchas otras, por no hacer nada, como los jubilados que nunca hicieron aportes.
En la provincia de Buenos Aires hay 90 mil policías, más de 100 mil vigiladores privados y sin embargo, la seguridad es un problema muy grave, especialmente en el conurbano. Esto en parte es culpa de los jueces que dejan libres, incluso a los reincidentes, aplicando la política de la puerta giratoria y el garantismo.
Otro ejemplo de nuestra decadencia es la educación. Conozco personalmente casos de una escuela secundaria de una localidad de nuestro partido cuyos alumnos no pueden realizar las cuatro operaciones básicas ni problemas de regla de tres simple. Sin embargo, están en segundo año del secundario y año tras año aprueban o mejor dicho, son aprobados para no traumarlos o estigmatizarlos. En el sistema educativo argentino todos estos últimos años se ha nivelado para abajo, incluso en muchas universidades se ha eliminado el examen de ingreso. El problema no es la falta de recursos ya que en el sector educativo se invierte más del 5% del PBI. La Argentina tiene tres veces más docentes por alumno que Australia; sin embargo, la calidad educativa de dicho país es mejor que la nuestra. En la provincia de Buenos Aires y en especial en el conurbano, casi todos los padres que pueden, mandan a sus hijos a una escuela privada. La matrícula total de alumnos en dicha provincia disminuye por varios motivos: los paros docentes, la nivelación hacia abajo y otras causas. De esta manera se convierte a las escuelas en guarderías de chicos que no van a aprender sino a pasar el tiempo.
Otro problema de la Argentina son los políticos y sus privilegios, los sindicalistas que son una nueva oligarquía, algunos de los cuales se roban la plata de las obras sociales, y también algunos empresarios, contratistas del estado, o que buscan privilegios o prebendas.
Como resultado final vivimos todos enojados, unos porque son exprimidos por el estado y otros porque no les alcanza lo que les da este estado paternalista. Estos últimos, a modo de protesta, cortan las calles y rutas para presionar.
Por todo esto, nadie puede sorprenderse de la decadencia argentina de los últimos ochenta años. Hace un siglo, esto era muy distinto, no era el desastre actual. Macri, que lleva un año en el gobierno, no quiso blanquear esta situación y la herencia recibida apenas asumió. Tiene minoría en el Congreso y para aprobar leyes y conservar la paz social debe realizar enormes concesiones.
Por casi cincuenta años, antes de la crisis de 1920, la Argentina creció a la astronómica tasa del 6% anual. Millones de europeos abandonaron sus países para llegar a la tierra prometida, a tal punto que en 1910, para el primer centenario, la mitad de la población era extranjera.
El país estaba entre los 10 más ricos del mundo, superando a Francia, Alemania, España e Italia. Brasil tenía el ingreso de un cuarto de la Argentina y esto no era sólo en base a exportación de bienes primarios como dicen algunos. Entre 1900 y 1914 la producción industrial argentina se triplicó, alcanzando un crecimiento similar al de Alemania y Japón. En el período 1895-1914 se duplicó el número de empresas industriales, se triplicó el trabajo en este sector y se quintuplicó la inversión en el mismo. Todo esto, acompañado de un progreso social sin precedentes en el país. Si en 1869 el 15% de la población pertenecía a sectores medios, en 1914 dicho porcentaje ascendió a un 40% .
En el mismo período, el nivel de analfabetismo se redujo a menos de la mitad. Cómo fue posible esto? En la Argentina de ese tiempo las instituciones liberales desataron las energías creadoras de sus habitantes, inclusive durante la presidencia del radical Hipólito Yrigoyen, primer presidente elegido en elecciones libres y democráticas.
Esto se debe en gran parte entre otros a Juan B. Alberdi quien dijo “las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a su naturaleza”. Agregó también “los estados son ricos por la labor de sus individuos y su labor es fecunda porque el hombre es libre, es decir, dueño y señor de su persona, sus bienes, su vida y su hogar”. Toda esta filosofía liberal que encumbró a la Argentina a la cúspide mundial se desplomó en manos de las nuevas teorías estatistas, que proliferaron a partir de la gran depresión en la década del 30.
Hoy la Argentina es un fracaso económico y social, con una inflación de las más altas del mundo, niveles de corrupción altísimos, por lo menos hasta el año pasado, inseguridad galopante y pobreza de más del 30% de la población. Se puede decir que, especialmente en los últimos años, hemos sido como un paria internacional al que nadie respetaba en los foros internacionales.
Pero la esperanza llegó con el nuevo gobierno de Macri, luego de un siglo de declive, éste puso fin a más de una década de degradación institucional kirchnerista y a las políticas estatistas. Sólo basta ver lo que los argentinos hicimos con los ferrocarriles para darnos cuenta de que las políticas estatistas no nos conducen a nada más que al atraso y la decadencia.
Estas ideas están tomadas principalmente de dos fuentes de un video de Agustín Etchebarne que me enviaron y de una nota de Alfredo Guerrero publicada en el Financial Times.