Por Héctor José Iaconis.
Las dos fotografías que hemos escogido publicar, revelan un aspecto particular en el pasado de 9 de Julio que, si bien no tiene gravitación para el estudio de los procesos históricos que definen la vida y la conformación de la sociedad, aportan una nota de color. Ambas fotografías tiene en común una práctica que aún hoy, con algunas variantes, continúa vigente: el padrinazgo presidencial.
Si bien no existe una nómina definitiva, sabemos que, en las diferentes décadas, hubo en el Partido de 9 de Julio varios ahijados presidenciales., desde las primeras décadas del siglo XX cuando esta costumbre comenzó a generalizarse. En efecto, la primera ceremonia de padrinazgo presidencial que se celebró en la Argentina, de que se tenga noticias, fue en la localidad bonaerense de Coronel Pringles, el 20 de octubre de 1907, cuando el presidente José Figueroa Alcorta accedió a apadrinar al niño José Brost Holmann, hijo de inmigrantes rusos, quienes habrían solicitado este honor siguiendo una antigua tradición de la Rusia imperial. En esa ocasión, representó al primer magistrado el Comisionado Municipal doctor Manuel Gascón. Figueroa Alcorta, en esa oportunidad, no envió la habitual medalla con que se obsequia aún hoy al ahijado presidencial, sino un retrato suyo con una dedicatoria autógrafa.
El padrinazgo presidencial correspondía al séptimo hijo varón de una familia radicada en el país. Hoy, la legislación vigente establece que el beneficio ya no solamente corresponde al séptimo hijo varón, sino también a la hija mujer en el caso en que sea la séptima.
Desde luego, rara vez el jefe de Estado participaba personalmente del bautismo del niño, pero encargaba la representación en la autoridad política del lugar o en algún funcionario de gobierno delegado por aquella.
EN 9 DE JULIO
La revista “Caras y Caretas”, un semanario ilustrado de circulación nacional fundado en 1898 por Eustaquio Pellicer y dirigido por José Sixto Álvarez (“Fray Mocho”), tenía por frecuente publicar la fotografía de los niños beneficiados por el padrinazgo presidencial. En virtud de ser Rafael Adobato el corresponsal de “Caras y Caretas” en esta ciudad (luego lo fueron su hermano, Emilio y, también, su socio Cataldo Divito), propietario del estudio fotográfico tantas veces referido, frecuentemente eran publicados los retratos de los ahijados presidenciales de 9 de Julio.
Merced a las publicaciones de “Caras y Caretas” sabemos que el Comisionado Escolar del Partido de 9 de Julio, Fernando Taurel junto a su esposa, en representación del presidente de la República, apadrinaron a un niño del matrimonio Bazzetta.
El 5 de junio de 1926, el intendente municipal Florentino Valenzuela, en representación del presidente Marcelo T. de Alvear, apadrinó al niño Humberto Marcelino, hijo Manuel Grizutti y María Astoviza. La fotografía con el retrato del niño, sus padres y padrinos aparece publicada en la edición del 4 de abril del año siguiente.
Poco menos de un año más tarde, el 27 de mayo de 1927, el intendente Ramón N. Poratti representó al presidente Alvear en el bautismo de Marcelo Ricardo Wiman, el séptimo hijo del jefe de la estación ferroviaria de Patricios. En esta ocasión el acontecimiento cobró mayor magnitud pues, en la misma ceremonia, el matrimonio Wiman-Bianco hizo bautizar a sus otros seis hijos.
La revista “Caras y Caretas” también se hizo eco del bautismo del niño Wiman, publicando el retrato grupal en su edición del 30 de julio de 1927.
Cabe recordar que, entre los primeros ahijados presidenciales nacidos en el Partido de 9 de Julio se encuentra el prestigioso científico Roque Callegaro Pironio, bautizado el 25 de mayo de 1911 en la parroquia de Santo Domingo. Siendo su padrino el presidente Roque Sáenz Peña fue representado en la ceremonia bautismal por el intendente Nicolás H. Robbio y por los concejales Gregorio Illescas y Francisco Avancini.
DOS FOTOGRAFIAS, DOS ADVERSARIOS
Las dos fotografías escogidas hoy tienen en común haber sido tomadas por Rafael Adobato y publicadas oportunamente por “Caras y Caretas”. Ambas se encuentran, asimismo, montadas sobre un soporte de cartón rígido con filete en relieve.
La primera fue tomada el 7 de noviembre de 1912. El intendente Nicolás H. Robbio posa junto al niño Manuel Roque Rodríguez y la madrina Agustina Monzón.
Robbio representa en este acto al presidente Sáenz Peña, apadrinando al séptimo hijo varón de esta familia oriunda de la localidad de French.
Esta imagen fue enviada por Adobato a “Caras y Caretas” y publicada el 11 de enero del año siguiente, junto a otra en la que aparece el pequeño Manuel Roque junto a sus otros hermanos. Con el correr de los años, la foto del niño con sus hermanos mayores ha servido para ilustrar otros textos vinculados con la temática del padrinazgo presidencial.
La segunda fotografía, capturada en el estudio de la casa Adobato, muestra al dirigente radical Guillermo Gougy, adversario político de Robbio, y su esposa junto al matrimonio Lyomet y sus siete hijos. En el centro, el ahijado presidencial luce en la solapa de su chaqueta la medalla de oro que el presidente de la Nación les enviaba en calidad de obsequio.
Este retrato grupal fue publicado en “Caras y Caretas” el 16 de marzo de 1929.
DESCREIMIENTO DEL GESTO
La revista “Caras y Caretas”, que constituye una rica fuente hemerográfica, en marzo de 1917, publicó una nota referida al “Padrinazgo presidencial”. En la misma se revela con crudeza la poca significación que, en el fondo, tenía ese gesto.
«El Presidente -asegura el artículo- se limita a nombrar un representante, su edecán o un ayudante militar para la Capital, un funcionario o un vecino caracterizado de la localidad, para el interior. El representante asiste al bautismo y obsequia una medallita de oro que cuesta 25 o 30 pesos. Ahí para la acción presidencial».
«La Secretaría de la Presidencia -prosigue el texto- que tramita las solicitudes no admite gastos ni reembolsa si algún representante los ha hecho. Y han ocurrido curiosos casos en que este se ha excedido. Hubo comisario de campaña o intendente municipal que, para un padrinazgo presidencial, embanderó todo el pueblo, mandó hacer empanadas, ofreció carne con cuero, destribuyó ropa entre los más pobres… pero jamás pudo cobrar los gastos».
«Caras y Caretas», en 1917, se quejaba que, el hecho de ser ahijado del Presidente de la Nación no significaba beneficio alguno al niño o a su familia. Para la revista, ese honor l no servía más que para «enorgullecer al padre que dirá a su vástago mientras viva: -’Hijo, tu padrino es el Presidente de la Repùblica’, o bien para sembrar el país de Roques, Victorinos e Hipólitos a granel; porque es de rigor, creen los solicitantes, bautizar con el nombre del Presidente al ahijado».