Felicito al diario y a sus autores por los artículos en los que a través de fotos o de acertados textos evocan a personas de otros tiempos, las que, cada uno a su modo, contribuyeron a darle identidad a la ciudad.
Me resultan de interés las biografías sobre personajes de tiempos muy pasados y me conmueven las de aquellos con las que tuve algún grado de contemporaneidad.
Sobre estos últimos quiero referirme a dos. Sólo para agregar algo personal a lo ya dicho en los respectivos artículos
En primer lugar sobre quien fuera un gran amigo: el Dr. Ernesto Báncora (Chicho). Conocí pocas personas con tanta entereza, generosidad y fino trato. A pesar de las diferencias de edad nos unía esa amistad dada por un fuerte ideal común ya que ambos íbamos tras los sueños de país que nos inculcó ese gran estadista y Presidente que fuera el Dr. Arturo Frondizi.
A Chicho lo motivaban ardientemente esas convicciones políticas y su pasión por el Club Atlético 9 de Julio. En la sede de éste era donde desde sus cantinas discurría con quien fuera y habitualmente sobre cuestiones relacionadas con ambos amores.
Tendría muchas anécdotas para recordarlo como la buena persona que fue pero me place destacar la satisfacción que tenía mientras fue profesor en la escuela secundaria y vale señalar el cariño y respeto que le tenían los alumnos.
Tenía un pequeño coche De Carlo de origen italiano con el que recorrimos varios lugares del distrito en campaña política y me viene a la memoria cuando con ese mismo auto fuimos a curiosear como hacían la ruta 65 y los que allí trabajaban nos tiraron tierra con una pala mecánica encima del coche del cual tuvimos que salir para no ahogarnos.
Era un hombre de gran inteligencia, de muy buen humor y con una enorme capacidad para ser amigo.
Se destacó como Concejal y siempre estuvo al servicio de las ideas políticas que lo animaban. Con gran austeridad, honestidad y carente de mayores ambiciones.
Era un placer para mi buscarlo para charlas cada vez que iba a Nueve de Julio y al encontrarnos siempre nos dábamos un gran abrazo.
Se nos fue pronto y me enteré tarde de su muerte. Esta oportunidad del diario y tras 50 años me hacen rendirle el cálido homenaje que le debía.
La otra referencia se relaciona con el Capitán Roberto Latino Córdoba. Más allá de apreciaciones políticas o de las razones que lo llevaron a gobernar provisoriamente a Nueve de Julio, siempre se lo ha reconocido y recordado como un buen hacedor. Su gestión fue muy productiva y dejó muy buenas obras para el distrito.
Solamente lo traté una vez en aquella época. Fue cuando tuve que hacer de vocero de un grupo de alumnos convocados por él para tratar sobre la toma de la escuela. No queríamos que estuvieran examinando los profesores sumariados. Recuerdo que con cierta impertinencia juvenil lo enfrentamos hasta que llegamos a un acuerdo.
Las vueltas de la vida nos enseñan que hay sorpresas y coincidencias a cada paso. Lo reconocí viviendo en casas enfrentadas en la calle Bulnes entre Santa Fe y Güemes. En una oportunidad en la que nos encontramos en la esquina lo detuve para saludarlo y hacerle conocer mi “nacionalidad” como nuevejuliense. Como siempre fue muy amable y charlamos un rato
La sorpresa mayor fue cuando nos volvimos a encontrar en el garaje en el que guardábamos nuestros respectivos coches, en la calle Arenales debajo del complejo Alto Palermo. Esos encuentros fueron frecuentes y varias veces volvíamos caminando juntos, recordando cosas de Nueve de Julio ya que siempre me preguntaba algo al respecto. También hablábamos de política por lo que recuerdo que un día le mostré una placa que hay casi en la esquina de Bulnes y Santa Fe conmemorando que allí vivió Velazco Ibarra, que fue cinco veces Presidente de Ecuador y siempre fue depuesto. Tras cada caída volvía a vivir allí porque estaba casado con una argentina. Le llamó la atención esta historia y cada vez que pasábamos recordaba que yo se la había contado.
Agradezco al diario, como ya dije, que dedique crónicas a personajes de este tipo y en este caso también el que me permita agregar mis propios recuerdos.
Luis Antonio Barry Mayo de 2018