Por Héctor José Iaconis.
La fotografía que hoy ofrecemos, una gelatina de plata sobre papel, montada sobre un soporte rígido de la casa fotográfica, fue tomada por Adobato en la década de 1930.
Se trata de una vista exterior del vivero de don Juan Calandro; por entonces, uno de los más antiguos y renombrados en su tipo.
Se encontraba ubicado en la calle Robbio entre Salta y Catamarca (hoy, Ramón N. Poratti).
En ese solar terminó enterrado el famoso Cañón de Vieta (el verdadero), que actuó durante la revuelta de 1899.
En la fotografía, retratado junto a la puerta principal, se encuentra su propietario. Calandro, que alcanzó la avanzada edad fue un testimonio viviente de la historia nuevejulienses, pues le había tocado ser protagonista de no pocos acontecimiento de índoles política o social.
Don Juan era un personaje singular. Cultivado en la lectura de los libros que podían estar a su alcance en el lejano 9 de Julio de comienzos del siglo XX, fue un vecino preocupado por el bienestar de su comunidad. Aunque no se lo observaba proclive a ocupar cargos públicos de relevancia, no dudó en participar en algunas instituciones gravitantes, teniendo un protagonismo destacado en los orígenes de la Usina Eléctrica Popular, hoy Cooperativa Eléctrica y de Servicios.
Quienes lo conocieron personalmente, ya anciano, se percataban de que, siempre, cuando caminaba llevaba la mano derecha en una determinaba posición. Sobre ello se había creado, en cierto modo, una idea poco verosímil. Algunos de sus vecinos comentaban que, esa forma de llevar extendida la mano se debía a su condición de masón.
En efecto, don Juan Calandro era masón de grado 3, es decir, Maestro Masón. Tal vez, si se toma por cierta la conjetura, lo que hacía era, simplemente, mostrar de manera hermética su grado, con una posición del brazo y de la mano que los masones llaman «Jubelum». Este gesto, que hoy puede conocerse en muchos manuales o textos disponibles para el público en general, en esa época, solamente podía ser interpretado por otro masón.