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Nueve de Julio
jueves, noviembre 21, 2024

Fotografías e historias que nos interpelan

Imagen12* Por Héctor José Iaconis.

La imagen  que hoy publicamos encarna, en sí misma, una etapa obscura y triste de la historia lugareña que, desde luego, no fue exclusiva de esta sociedad sino que tuvo su analogía en otras comunidades del país.

Se trata de la portada de uno de los tomos del Registro de Prostitutas, que se conserva en el fondo archivístico del Archivo y  Museo Histórico «General Julio de Vedia» de esta ciudad. Una ordenanza del Concejo Deliberante de 9 de Julio reglamentaba el ejercicio de la prostitución; o, más bien, actualizada lo reglamentado por otra similar de 1886. Esta norma, fue sancionada por el Concejo Deliberante de 9 de Julio el 24 de abril de 1911 y promulgada, por el intendente Nicolás H. Robbio, el 24 de mayo de 1911, en el contexto de una gestión municipal encolumnada en el ya lacerado Partido Conservador.

La Ordenanza creaba el Registro de Prostitución. En esos libros  se colocaba la foto de las internas de los prostíbulos (también llamados, «Casas de Tolerancia») con sus datos filiatorios. Allí se registraba también cualquier anomalía que existiera al momento de la revisión médica de las mismas y, en el caso de que alguna de ellas se alejara de la ciudad, también se efectuada la anotación correspondientre.
El texto de aquella Ordenanza es, sin dudas, un tema de abordaje conceptual y de análisis, sobre todo si se tiene en cuenta el espíritu que lo había inspirado y la preeminencia de una doble moral. Solamente basta con leer el contenido del artículo 44º de la aludida norma, para advertir su deleznable alcance: “Toda mujer inscrita en el Registro de Prostitutas de la Intendencia Municipal será eliminada: 1º. Por muerte; 2º. Por matrimonio si no continuarse en la prostitución y 3º. Por entregarse a un oficio o profesión honesta con la garantía de dos personas honorables”.

En consecuencia, muchas mujeres, víctimas de la trata de blancas, de la acción de los proxenetas y de la connivencia de la política cautillezca y prepotente de entonces, como única liberación a tan terrible infierno, sólo podía aspirar a una digna muerte.

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